Queridos amigos,
Hoy comenzamos con la lectura de Cuentos de Nuestros Concursos.
El primero es "EL VUELO DEL ANGELITO" cuyo autor es el señor Mario Miguel Corvalán Singh de San Miguel de Tucumán, Argentina. Este bellísimo cuento participó en el Concurso de Narrativa "Lo que le sucedió a un vasco" de nuestra euskal etxea del año 2013. Obteniendo en ese momento el Primer Premio, diploma y placa.Esta obra se encuentra en la Antología del Centro Vasco Francés de los Concursos Internacionales de Cuentos Cortos y fue editado en 2015.
EL VUELO DEL ANGELITO
Tengo la necesidad de contar ésta historia, tengo la urgencia de aferrarme a éste relato, porque es lo último o mejor dicho lo único que me queda...
Yo tenía en aquel entonces seis o siete años, no más de eso, al sur de Salta vivía un vasco al que todos respetaban y admiraban junto a su esposa y a sus cinco pequeños niños. Se podría decir que Maurice Garat era un hombre feliz, trabajaba en el desmonte para un italiano de apellido Falcone, la rutina del obraje le era grato a Garat.
Una mañana calurosa del mes de diciembre, los hombres a lo lejos divisaron una gran polvareda, era la vieja rastrojera del patrón.
-¡La pucha que trae prisa el tano, parece que lo corre el diablo! (dijo un peón).
Solo Maurice, percibió el peligro, y comenzó a rezar, pidiendo que solo sea un mal presentimiento. Pero su rezo fue en vano, la sangre se le paralizó al escuchar la voz del patrón.
-¡Vasco!, ¡Vasco!, ¡Vasco!
-¡Aquí! ¡Aquí patrón! Como un autómata, instintivamente levanto la mano.
-¡Suba urgente!, lo llevo a su casa. (Falcone tenía mucha estima por el vasco Garat).
-Sea fuerte mi amigo, ante esta noticia: a José, su bambino más chico lo mordió una bicha.
Maurice no hizo ningún comentario, ni pregunto nada, sabía que la picadura de cualquier víbora era mortal para un niño de tan solo tres años. Al arribar a su rancho, sintió miedo, su cuerpo no le respondía, su alma estaba ausente. Aún así, tomó una bocanada de aire y se llenó de coraje, bajó del vehículo, sus hijos llegaron corriendo y lo tomaron de la mano, Maurice continuó caminando rodeado por ellos, al cruzar el umbral del rancho sus ojos se adaptaron por un instante al lóbrego lugar iluminado solo por unas escasas velas. Una vez que su mirada se acostumbró a la penumbra comenzó a recorrer con su vista el pequeño cuarto, de pronto su figura se tensó y apretó mi mano con tanta fuerza que casi grito de dolor, mi padre me soltó y se afirmó al marco de la puerta buscando un apoyo, igual que un gigante herido de muerte trastabilló y volvió a mantenerse erguido, temí al ver su rostro pálido y desencajado.
Mi hermano estaba sentado en una sillita de tientos, colocada sobre la mesa del comedor, estaba como dormido hasta incluso parecía que sonreía, un mechón de cabellos renegridos caían sobre su frente debajo de una coronita de flores. Le habían puesto unas hermosas alitas de papel, que la hicieron entre todos los niños, con un trozo de alambre, yo sin pensarlo desarme mi amado volantín y pegué el papel con una mezcla de harina y agua. Luego vistieron a José con una bata blanca y colocaron las alas en su espalda aferradas con finos cordones de cuero, recuerdo claramente que nos dijeron a los niños que no debíamos llorar, porque si lo hacíamos nuestras lágrimas mojarían sus alitas y el angelito no podría levantar vuelo, en mi mente de niño pensé que mi hermano en algún momento realmente levantaría vuelo y se iría al cielo por la ventana que habíamos dejado abierta adornada con flores de papel. Mi padre se acercó lentamente a donde estaba su amada Ramona, acarició sus cabellos, y no pudo decir absolutamente nada, estaba desorientado.
Salió a tomar aire, mi hermana Raquel y yo lo acompañamos, ella le dijo a mi padre. - ¡Era muy chiquito, y ahora está perdido y solo!
Tuve que morderme fuerte los labios para no llorar.
Maurice miro a la inmensidad del cielo y algo se ilumino en sus pardos ojos. Repitió para sus adentros una y otra vez: “Era muy chiquito y ahora está perdido y solo”. “Era muy chiquito...”.
Volvió decidido al rancho busco arriba del ropero y allí lo encontró, su viejo revolver tapado con un desgastado lienzo, más atrás una bruñida bala oculta en un pequeño hueco.
Al regresar al comedor acarició al angelito le beso la frente y le murmuro algo al oído, acomodó sus alitas y fue al encuentro de Ramona.
Se arrodilló frente a mi madre beso su hermoso rostro, la miro de frente, años de convivencia había hecho que entre ellos no hicieran falta las palabras, una mirada lo decía todo.
Ella acarició el rostro de su esposo, apretó sus manos, y solo dijo:
-Fue hermoso el tiempo que pasamos juntos, fue hermoso conocerte, pregúntele a Dios por que lo eligió, y no me lo deje solito.
Mi padre salió presuroso y decidido de esa habitación, llamó a todos sus hijos, nos dio un beso y dijo unas pocas palabras a cada uno.
A llegar mi turno me explicó: M´ijo querido usted, será ahora el patrón y hombre de la casa, recuerde que su padre siempre lo amará.
Le di un fuerte abrazo y salí corriendo para avisarles a mis hermanos, que papá me había nombrado “el hombre de la casa”. Pero no pude decirles nada, porque el estallido fue tan fuerte que me quede quieto sin reaccionar. Luego, como en un sueño, llegaron los gritos de las mujeres y las corridas de los hombres, luego la angustia, luego la nada.
Nos dijeron, que mi padre, se fue a buscar al angelito para que no se pierda en el camino.
Nos dijeron que él por se un buen vasco nos ayudara algún día a cruzar al más allá. Nos dijeron tantas cosas, pero lo único que sé, es que mi niñez termino ese día, que mi existencia cambio para siempre aquella tarde.
Comencé este relato diciendo que tengo la necesidad y la urgencia de contar y aferrarme a esta historia, y es cierto pues mis días se acaban entre estas sábanas blancas de este viejo hospital, mi alma pronto se liberará de este aquejado cuerpo.
Hoy puedo asegurarles que no tengo temor a morir, a ese sentimiento lo remplace hace tiempo por una inquietante curiosidad. Curiosidad por saber si mi padre realmente encontró a José. Curiosidad por saber si las alas de papel de mi angelito resistieron aquel largo viaje. Curiosidad, simplemente eso tengo en mi alma una enorme curiosidad.